En mi época de estudiante tome un curso de bioestadística y recuerdo que el profesor cuando le toco desarrollar el tema de la varianza (técnica estadística utilizada para medir las diferencias entre individuos o grupos), nos decía que la vida sería muy aburrida si no existieran diferencias entre las personas. Nos indicaba que, “imagínense que todos fuéramos iguales”, por ejemplo todos varones, todos negros o todos blancos, todos con el pelo lacio o todos con un afro, todos vestidos de jeans y camisa blanca (o morada por si acaso).
Además, todos trabajando el mismo trabajo ¡profesores! o ¡agrónomos!, todos ganando RD$30,000.00/mes (o el salario mínimo) todos de la misma edad (de 40 años), todos de baja estatura o pigmeos, todos montados en un mismo carro, (por ejemplo: Toyota corolla S 2006) o pedaleando en una bicicleta (Mountain Bike), todos comiendo arroz y habichuelas todos los días (el maná del desierto), todos habitando en una casa con media galería y un retrete al fondo del patio y finalmente todos solteros necesariamente (¿?) porque no hay hembras.
¿Cómo tendríamos aspiraciones e ilusiones, si todo es igual?, de manera que mi profesor aseveró que las diferencias entre los hombres y mujeres es lo que le da interés a la vida y mientras más marcadas son las diferencias, mayores son los desafíos y mayores son los esfuerzos de superación para alcanzar o tratar de igualar cualquier deseo.
Sé que esto suena como una herejía porque una de las banderas enarboladas por los grupos llamados de izquierda es la de propugnar por la igualdad entre todos los seres humanos, básicamente en lo que tiene que ver con tener acceso a la comida, la vivienda y la vestimenta (también un medio de transporte). La realidad es que no todos tenemos acceso a la comida y lamentablemente mucha gente se acuesta sin comer. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) afirma que 800 millones de personas pasan hambre en el mundo.
Mientras en los países subdesarrollados el problema es la desnutrición, en los desarrollados el problema es la obesidad (exceso de comida). Por otro lado, en lo que tiene que ver con la vivienda las estadísticas de los organismos internaciones indican que alrededor de 100 millones de personas carecen de alojamiento, mientras que 1000 millones tienen un alojamiento precario. En ese mismo orden, no todos tienen acceso a la salud, a los deportes, a las vacaciones, a un matrimonio (el que tiene pocos ingresos dice “con que animo se casa un g…”), a asistir a una universidad, etc..
Es por esto que la declaración universal de los derechos humanos plantea aspiraciones ideales que tal vez rayan con la utopía. Fíjense en el artículo 1 que reza así: “Al nacer todas las personas son libres y tienen los mismos derechos” y en el artículo 2 dice que: “Las personas pueden ser de razas distintas, hablar lenguas distintas, ser ricas o pobres, tener opiniones y religiones distintas. Pero ser diferentes no es un problema. Las personas pueden ser diferentes, pero todas tienen el mismo derecho”. Ojala aunque siempre estén las diferencias que al fin y al cabo le dan sentido a la vida, las cosas básicas para vivir con dignidad estén presentes por igual para todos los hombres y las mujeres.
Posted on 8:38:00 p. m. by Unknown and filed under
Ing. Rafael Mejía
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